Voluntariado Nacional en la Fundación Juntos Mejor
¿Cuál es el primer recuerdo que tienes de la Fundación Juntos Mejor?
Recuerdo la primera vez que fui a conocer la casita de la Fundación, para mí era una gran intriga. Estudié durante muchos años en el Colegio Jesús-María Vistahermosa y veía esa casa cada día que iba a clase; todos los compañeros hablábamos de ella y ninguno sabía qué había allí. Con los años terminó siendo la sede de la Fundación y me encantó conocerla, sin duda resolví un misterio de mi infancia.
Es un lugar muy acogedor y después de tantos años, jamás pensé que pasaría tanto tiempo allí, conociendo sus proyectos y colaborando con el equipo de trabajo.
¿Qué es para ti la Fundación?
La Fundación significa muchas cosas para mi. Es el lugar de encuentro de muchas personas que queremos ayudar. Es esperanza y trabajo. Es colaboración y mucho, mucho amor.
Es dar sin esperar recibir nada a cambio.
La Fundación es la mezcla de los mejores ingredientes. Son personas maravillosas, proyectos increíbles y muchas ganas de hacer de este mundo un lugar mejor.
¿Cómo conociste la opción de hacer un voluntariado en la Fundación Juntos Mejor?
A través de varios familiares que tenían contacto con la Fundación.
Llevaba un tiempo sintiéndome un poco perdida, se acercaba el verano y no sabía muy bien qué hacer, quería dedicar todo ese tiempo a hacer algo útil y me hablaron de la opción de hacer voluntariado. Y, sinceramente, aunque lo dudé, fue de las mejores decisiones que he tomado.
Cuéntanos, ¿cómo fue tu experiencia en el voluntariado nacional? ¿Qué hacías en tu día a día?
Fue una experiencia maravillosa en la Escuela Infantil Jesús-María, en Pinos Puente (Granada). Tuve la oportunidad de conocer a todos esos niños y niñas tan especiales, y a sus familias, lo cual me ayudaba a entender mas todavía la personalidad de cada chico/a.
Mi tarea allí consistió en hacer actividades por las mañanas con los adolescentes del barrio, por las tardes organizábamos el programa del día siguiente o salíamos al pueblo a conocer a las familias. Fue un trabajo divertido, también difícil, porque según íbamos conociendo a los chicos y chicas, teníamos que cambiar la dinámica de los ejercicios para adaptarlos a ellos y que fuese una buena experiencia para todos.
El grupo de voluntarias dedicamos una tarde para ir juntas al centro de Granada, tomar algo, hacernos fotos y pasar un buen rato lleno de risas. Además, el fin de semana que cayó entre esos diez días, las religiosas nos invitaron a su casa en Huétor. Allí tuvimos unos días de descanso y desconexión y nos organizaron una tarde de juegos muy entretenida. Recuerdo esos días con muchísimo cariño.
¿Qué cambió en ti la experiencia de voluntariado?
El voluntariado cambió mi vida por completo. Recuerdo perfectamente cada momento desde que salí de mi casa hasta el último día que estuve en Pinos Puente.
Empecé a ser consciente de absolutamente todo. De la importancia de la educación, de ayudar, de dedicar tiempo y dinero a causas realmente necesarias. También empecé a valorar cosas tan básicas como la facilidad que tenemos de darle a un botón y que se encienda la luz o de abrir un grifo y que salga agua potable.
Somos muy afortunados y la mayoría del tiempo se nos olvida. Tenemos muchísimos privilegios por los que estar agradecidos.
Nunca había salido de casa tanto tiempo. No había ido a campamentos de verano ni había viajado mucho, así que, al principio se me hizo un mundo pensar que tendría que estar allí 10 días y luego se me pasó tan rápido que sentí que me había faltado tiempo para conocerlos bien y para hacer más cosas allí.
Volví a casa con ganas de regresar a Pinos; creo que eso dice mucho de lo bonita que fue mi vivencia allí.
Recuerdo ratitos muy especiales que tuve la suerte de compartir con mis compañeras de voluntariado. Tuve muchos momentos en los que fui consciente de que esa experiencia que estábamos viviendo no iba a volver a suceder, de esa misma forma, jamás. Era muy probable que no volviera a coincidir con mis compañeras, ni volver a Pinos o ver a mis monjitas. O sí, pero nunca sería igual. Y de repente aprendí una lección maravillosa: que la vida pasa muy rápido y que hay que vivir cada momento como si fuera el último.
¿Qué les dirías a esos jóvenes que quieren cambiar el mundo?
¡Que adelante! Son capaces de todo aquello que se propongan. Solo hace falta ilusión y mucha voluntad.
Tengo 24 años y todavía sigo teniendo esas ganas de cambiar el mundo y de hacer de este sitio un lugar mejor. Todo es posible.
Si tuvieras que animar a un joven a hacer voluntariado en la Fundación, ¿qué consejo le darías?
Si tienes dudas o miedo, inténtalo. Si quieres ayudar siempre hay una forma de hacerlo.
Busca un voluntariado que se ajuste a ti, donde creas que puedes ser de gran utilidad y déjate llevar. Jamás pensé que me haría tan feliz vivir esta experiencia.
Actualmente, ¿sigues vinculada a la Fundación? ¿De qué forma?
Sí, sigo como voluntaria en la Fundación en el área de Comunicación y Redes Sociales.
Aunque tengo muchas ganas de poder volver a viajar y hacer un voluntariado en el extranjero.
¿Tienes alguna frase que te recuerde a la Fundación o a tu experiencia como voluntaria nacional?
Recuerdo muchas canciones que nos enseñaban los chicos y chicas de Pinos y también otras que escuchábamos las voluntarias en nuestro tiempo libre y que compartíamos entre nosotras. Terminé haciéndome una playlist en el móvil y cuando la escucho me transporta a muchos momentos allí.
Pero si tengo que quedarme con una frase sería una que escribí en una actividad que hicimos allí: “que tus sueños sean más grandes que tus miedos”.
Prisca Medina , Voluntaria Nacional
PD: Muchos besos a Marité, Leire, Noe, Talisa, Pilar, Manoli, Carmela y María Jesús.
Gracias por lo vivido.
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