Marta desde Jean Rabel

Marta desde Jean Rabel

«El aterrizaje y el día a día de Marta»

Mi vida nunca volverá a ser la misma. Lo supe desde que puse un pie fuera del aeropuerto y me adentre en la caótica Haití.
Desde ese mismo instante el mundo se ha dado la vuelta, o mejor dicho la he dado yo en su lugar: el corazón se te dispara, el tiempo se para y dejas de contar los segundos para empezar a contar historias.

Comienzas a vivir al día y a apreciar cada gesto, cada mirada, y hasta que el sol siga saliendo todos los días.

Haití es sin duda la indigestión de realidad. Ellos te ensenan a cosechar paciencia y a darle a cada cosa la importancia que se merece, a que con pequeños detalles el mundo puede ser un sitio más bonito para vivir y la vida un autentico regalo.
Creo en todo lo que veo, creo en ellos, los haitianos, que con su coraje van haciéndose un hueco en este mundo de locos, pero, sobre todas las cosas creo en ellas, N

azareth y Rose (las dos religiosas de Jean Rabel), que son el corazón de toda esta historia y que sin ellas nada de esto seria posible. Ellas le han dado la vuelta a todo, le han dado un nuevo significado al verbo vivir y sobre todo le han dado dignidad a cada uno de ellos que esta por encima de todas las cosas.

Haití hay que tocarla,olerla y saborearla. Aquí te das cuenta de que sentías a medias y de que lo que no se mueve enferma, así que solo espero que este solo sea el comienzo de muchas increíbles experiencias y como dice una canción: que las turbinas de este avión nunca me fallen.»